no sé si te interesará saber que cogí el tren de las ocho. ése fue el tren que cogí. tenía previsto llegar a madrid a las 10.40h, aunque ni la hora ni la ciudad de destino me importaban en absoluto. yo sólo quería subir a un tren, alejarme, y también quería quedarme en tu ciudad y suponer que todo había sido un gran mal entendido. había llorado más en un día que en todo 2018, eso creo que te lo dije. no lo recuerdo bien. sí recuerdo el calor, el ruido sofocado de alguien trasteando en la cocina y a tus vecinos tirando la basura por el balcón. mi asiento era el 8a, coche 8, por si quieres más señas. me alegró saber que estaba al lado de la ventana. con girar un poco la cabeza hacia el paisaje nadie iba a advertir si lloraba o algo de esa tierra seca había llamado mi atención. subí mi maleta al portaequipajes. apenas pesaba. te había dado todos los regalos dos días antes y ahora sólo me llevaba de vuelta el bañador que no había usado y un par de libros que tal vez iba a leer mientras tú te echabas la siesta. ahora no, ahora no, ahora no, me dije cuando noté que me temblaba la barbilla por un recuerdo que ni tan siquiera había sucedido. fue inútil. giré la cabeza. la primera lágrima cayó en la rodilla. en el andén había una pareja que había abierto su maleta y buscaba entre la ropa y un señor con traje mirando su móvil. la segunda se detuvo en la comisura de los labios. este es mi sitio. me giré con los lagrimones en las mejillas. era tan inútil disimular. este es mi sitio, repitió alzando su billete. saqué el mío del bolso, me sequé las lágrimas y le dije que también era el mío. no, tú deberías estar en el coche 9, dijo, ése es tu sitio, no este. guardé mi billete, asentí sin despegar la vista del suelo, susurré gracias, perdón, vaya, adiós, gracias. cogí mi maleta ligera, sin tus regalos, y salí al andén como si en realidad hubiera cambiado de idea, como si la llegada a madrid a las 10.40h pudiera retrasarse cuatro, siete, once días. te aseguro que lo pensé. te aseguro que di un paso en la dirección contraria al coche 9 y luego me detuve y tragué saliva y me acordé del camino a tu casa, cuesta arriba, media hora a paso lento en línea recta. estarías durmiendo y no habrías leído aún mi nota.
cuando el tren arrancó cerré los
ojos. señores pasajeros, gracias por escoger nuestros servicios. apreté la
mandíbula y me tapé la cara con las dos manos. las noté pegajosas y frías. no
me había duchado en dos días. tampoco me había cambiado de ropa. cuando las
aparté ya no había estación ni andén ni señor con traje y móvil. no había
posibilidad de bajarse y desearte los buenos días. darte un abrazo y notar cómo
chocaban los huesos de nuestras caderas estrechas. las afueras: edificios altos de ladrillo
rojo, huertos descuidados, casetas de madera vieja, techos hundidos, malas
hierbas. las afueras: el polvo arenoso en los columpios, un zapato abandonado
junto a una botella de plástico, una canción de hace seis años. la despedida
antes de tiempo. la misma camiseta de flores blancas, arrugada y húmeda con la
que había llegado hacía tan pocas horas.
...
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=gd4jntP0tco
qué maravilla. ¡muchas gracias!
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