–Sí –le digo–. Agarrá por acá por Billlinghurst–. Y vuelvo a mi teléfono.
–¿Hasta dónde voy por acá? –pregunta.
Estoy apurada, me pone de mal humor no poder terminar de escribir el email, y además veo que no vamos por Billinghurst.
–¿No sabés cómo ir? –me irrito.
Pero entonces le veo la cara de asustado por el retrovisor, y me acuerdo de aquel otro chico que una vez me llevó, casi tan joven como este, al que en medio de un atasco infernal le pregunté cómo hacía para soportarlo y contestó, con una gravedad pasmosa: “A veces paro el auto y me pongo a llorar”.
–Es mi primer día –me dice él ahora.
–Mirá –me sale un tono maternal insoportable–, yo te puedo indicar, pero mejor paremos y programas el GPS con la dirección que te doy, así lo vas aprendiendo a usar. Igual te indico también.
Se estaciona y le repito la dirección exacta. Resetea el aparato, se da vuelta y ya mirándome de frente, me pregunta:
–¿Esto es Ciudad de Buenos Aires?
Casa se busca, Socorro Giménez
No hay comentarios:
Publicar un comentario