Pero, ¿qué habría pasado si Dios hubiera ido incluso más lejos?, ¿y si les hubiera dado no a las distintas tribus sino a cada individuo un idioma distinto, único como las huellas dactilares? ¿Y, paso dos, si para hacer aún más conflictiva y confusa la vida entre los humanos, hubiera obnubilado su percepción de esto, de modo que, al mismo tiempo que entendiésemos que hay muchos pueblos que hablan muchas lenguas distintas, nos creyéramos que todos los de nuestra tribu hablan la misma lengua que nosotros?
Esto explicaría gran parte del sufrimiento humano, según mi ex, que era menos bromista de lo que se pueda pensar. Él creía de verdad que era así: cada uno de nosotros seguimos empleando nuestra lengua, y el significado está claro para nosotros pero para nadie más.
¿Es así incluso para los enamorados? Pregunté sonriendo, seductora, con esperanzas. Esto era justo al principio de nuestra relación. Él se limitó a devolverme la sonrisa. Pero años después, durante el amargo final, llegó la respuesta amarga: Para los enamorados sobre todo.
Cuál es tu tormento, Sigrid Nunez
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