y yo espero alguna palabra más
que no llega
y te imito y sonrío
también
que no llega
y te imito y sonrío
también
porque imagino (no me queda otro remedio
si quiero salir indemne de este desplome)
que ser tu red es tu bálsamo, tu remedio
un parche que suaviza la caída,
(esa en la planeamos mansamente desde hace
demasiado tiempo)
algo bueno que te salva de esta rutina
nuestra
de este color grisáceo en el que
vivimos
y donde hemos aprendido a ser.
me dices que soy tu red un martes a media
tarde
cuando hace dos horas discutíamos y nos
reconciliamos sin convicción porque venía tu madre a cenar
y yo pienso que -de
poder elegir- preferiría ser cualquier otra cosa:
una revuelta, un atracón
un soplo
una cuerda floja para los valientes. o los
desesperados
unas alas, ni que fueran rotas
una enfermedad de esas que te postra en la
cama y hace sentirte vivo en cada minúsculo trozo de cuerpo exhausto,
desde la arteria hasta la entraña.
desde la arteria hasta la entraña.
me dices que soy tu red y yo pienso en una
despedida que nos cuesta y postergamos
porque yo soy cobarde y tú práctico
tú salto y yo cornisa.
y cuando tu madre nos ve, sentados uno al
lado del otro, delante de una ensalada que hemos preparado sin mirarnos, sin necesidad
de consultarnos si aceitunas o mejor rábanos, y nos dice “qué bonitos sois”
yo, red y descenso, me pregunto:
¿qué hago aquí?
si no me gusta tu madre
ni las aceitunas
ni tu mano en mi muslo para señalarme, una
vez más, que todo va bien, que saldremos de ésta como salimos de otras antes
cuando queríamos sobrevivir y buscábamos una cura o un milagro, que a veces es lo mismo y otras es sólo una argucia para los vencidos y los incautos.
cuando queríamos sobrevivir y buscábamos una cura o un milagro, que a veces es lo mismo y otras es sólo una argucia para los vencidos y los incautos.
¿qué hago yo aquí?
si, de ser verdaderamente tu red, quitaría
los platos y traería el postre
pero
lo único que deseo es levantarme
para no sentir
tu mano en mi muslo
y abrir la ventana de la cocina y correr
hasta la valla oxidada
esa que construimos juntos
esa que cercaba nuestra historia
la que creímos refugio y se convirtió en coto
y miseria.
me dices que soy tu red y yo sólo espero
que para cuando lleguemos al suelo raso
no exista otra palabra, otra manera, otra
oportunidad que nos asegure ni nos ampare
que la caída sea limpia. definitiva
que nos levantemos magullados, pero no
muertos
que las direcciones sean benévolas, pero
opuestas
que busques otras redes
que encuentre otros vuelos.
Muy bueno. Enhorabuena.
ResponderEliminar