20 marzo 2019

no le conté

no le conté −para qué hacerlo, qué necesidad había−
que estuve con a. y, poco después, la noche que prometimos no pelearnos más, con s.
de habérselo dicho, hubiera usado esta palabra:
estar
como quien observa de lejos y no siente nada
como quien habla sin recordar detalles
como quien reza inerte con las manos bien juntas esperando un milagro
estar.

de haberlo sabido (él) me hubiera mirado incrédulo
¿era yo quien le hablaba?
y hubiera querido saber esos fragmentos que agrandan la herida y marchitan de negro y ruido el pasado brillante:
cuántas veces, dónde, por qué
quién de todos la tenía más grande
¿era él quien, furioso, golpeaba la pared blanca?
no −hubiera fingido−, con ninguno de ellos encajé mis muslos abiertos a la altura de sus bocas rosadas 
no −hubiera mentido−, a ninguno de ellos le pedí más rápido, más fuerte, más tiempo. más.
no −le hubiera engañado−, ninguno de ellos susurró palabras nuevas que arquearon mi espalda
ninguno 
y él (de haber sabido fragmentos infames) habría dejado de golpear la pared blanca y me habría apuntado con su dedo trémulo para decirme que puta, que egoísta, que injusto, que punto y final.
¿era él quien escupía fuego y sollozos?
¿era yo quien recordaba las horas fuera de casa?

de habérselo dicho hubiéramos iniciado una batalla estéril
mil días brumosos
mil disparos 
mil silencios 
mil despedidas fallidas
mil reencuentros con sabor a sangre
una distancia hecha de hielo y barro
cenizas sobre despojos 
despojos bajo metal oxidado
otro capítulo para arrojar a hienas hambrientas, a un pasado brillante
¿era él quien suplicaba un descanso?
¿era yo quien rogaba una pausa?

de haberlo sabido (él) se hubiera marchado
tres maletas de odio, rencor, raíces muertas
un puño apretado
el último reproche en el umbral de una puerta cerrada, el rellano en penumbras, la vecina del quinto asomando: 
"nena, ¿y ese portazo?"
"lo siento, amalia. la culpa fue mía". 
el piso vacío
la culpa fue mía
las horas ancladas
la culpa fue mía
la foto de grecia
la culpa fue mía.
de habérselo dicho no hubiera sabido, no hubiera podido, soportar las sombras ni el peso
la pena la rabia la luz de la calle la risa de un niño la culpa la culpa la culpa
¿era yo quien temblaba?

no le conté.
me quedé callada y tragué saliva
me quedé callada y vivimos tranquilos
lo veo dormido, la almohada en el suelo, el pelo claro, la nariz fina. la foto de grecia torcida
cuando despierta pregunta qué miro
lo beso y sonrío
peleamos menos
amalia nos regala sus tartas recién horneadas
los dedos nos saben a crema
los labios a calma
a. y s. apartan la vista, si nos cruzamos de madrugada
¿soy yo quien espera un milagro?

2 comentarios:

  1. Hace escasos 5 minutos he leído esto en el blog de un amigo: «Pero lo que no vale una lágrima, cuesta un suspiro, ¿sabes su colega?», y se me ha erizado la piel de la espalda.
    Tras leer tu texto me ha venido de nuevo la frase a la mente y, esta vez, se me ha estremecido todo el cuerpo, valiendo el suspiro y la lágrima.

    Siempre es un placer encontrarte por estos lares, Hilia.

    P.S.: por si pica la curiosidad, este es el texto en el que se encuentra la frase: https://diarioperiodistico.wordpress.com/2019/03/20/la-subia-de-camaron/

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  2. me gustado lo de: "¡yo, que me he fumado treinta porros con él, y ahora ni me habla!".

    gracias por el link y tus palabras.

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