12 octubre 2012

mi hermano (parte I)

cuando salgo de trabajar la mayoría de días voy a visitarle. en el hospital son muy estrictos con las horas de visita y apenas puedo quedarme diez minutos. lo justo para ver su rostro demacrado, las costras y las agujas inyectadas en sus delgados brazos. al principio me costaba reconocerlo, sobre todo durante los primeros segundos, pero he acabado por acostumbrarme a ese rostro inmóvil e inexpresivo y a ese olor a medicamento que impregna mi ropa y mi pelo y no puedo quitarme de encima hasta que llego a casa y me meto en la ducha. 
suelo sentarme a su lado y termino mirando por la ventana. no son unas vistas especialmente bonitas, claro que nadie lo esperaría de un hospital, pero aún así me ayudan a entretenerme y a evitar pensar en qué es lo que le pasó por la cabeza ese día. hace casi cuatro semanas que está ingresado y los médicos no se atreven a darnos un diagnóstico. creo que alguna de las enfermeras me rehúye cuando me ve y no la culpo. tal vez yo haría lo mismo en su lugar. también están los otros, como les llama mi madre, a cierta distancia, intentando ser discretos y respetuosos con la familia. al principio me molestaba que mi madre utilizara ese término y le preguntaba con cierto cinismo a quién se refería cuando hablaba de los “otros”. ella me miraba suplicante, como queriendo decir, "por favor hijo mío, no me lo pongas más difícil", así que cedí. era su forma de atenuar lo sucedido y yo no tenía ningún derecho a complicarlo más. al final, también yo terminé por llamarles así. algunas veces me saludan cuando llego con un leve movimiento de cabeza, aunque la mayoría, como las enfermeras, miran hacia otro lado y esperan que mi visita termine pronto y puedan volver a bromear y a hablar de temas triviales. 

a todos nos sorprendió el anuncio de boda de mi hermano. ni tan siquiera sabíamos que estaba saliendo con una chica, y ni mucho menos que ella estaba embarazada. mi hermano siempre había sido un chico callado y tímido que podía pasar horas encerrado en su habitación con sus libros, sus pantallas y sus videojuegos. jamás había demostrado demasiado interés por el mundo exterior, ni mucho menos por las mujeres, que consideraba seres retorcidos, complicados y falsos. las pocas veces que había salido el tema, en alguna celebración familiar, a la hora de los postres cuando el alcohol facilitaba el preguntar sobre temas más íntimos, él solía zanjarlo diciendo que estaba mejor sin ellas. 
-¿así que nunca vas a echarte una novieta? – preguntaba mi tía amalia con una copa de vino dulce en la mano. 
-no. 
-esto lo dices porque todavía no has conocido a una chica que te guste. 
-ni la quiero conocer. 
-bueno, eres muy joven todavía. dentro de cinco años seguro que no piensas lo mismo. 
-seguro que sí. 
todos los familiares se reían por la terquedad de mi hermano. mi madre, sentada a su lado, le daba la razón y decía que era un chico listo y mi padre, callado, temía que acabara siendo un enfermo maricón, que era como solía llamar a los homosexuales. a mí no solían preguntarme porque a esa edad, por aquellos entonces yo tenía doce años, ya perseguía a mi prima laura por donde fuera de la casa, rogándole a todas horas que se subiera la falda y que a cambio haría cualquier cosa que me pidiera. desafortunadamente, ella nunca necesitó nada de mí y acabé por desistir de mi misión. 

durante la infancia mi hermano y yo éramos uña y carne. a pesar de los cuatro años de edad que nos diferenciaban, pasábamos horas juntos, nos inventábamos juegos a los que sólo sabíamos jugar nosotros dos y teníamos secretos inconfesables para nuestros padres y demás familiares, pero con el paso de los años, comenzamos a distanciarnos. yo tenía mi pandilla de amigos y él prefería quedarse en casa, en su habitación. cuando me marché de casa, a los veintitres años, perdí todo el contacto con él y sólo sabía cómo le iban la cosas a través de mi madre que, preocupada, me contaba en voz baja para que no se enterara mi padre, que el chico apenas salía de casa, que casi no tenía amigos y que eso no era lo normal para un muchacho de su edad. me pedía que le llamara de vez en cuando, o que le llevara al cine, o que fuera a visitarles más a menudo, pero yo, aparte de la pandilla, había empezado a salir con una inglesa y sólo tenía tiempo para estar con ella. un tiempo después, la inglesa decidió volver a londres y me pidió que me marchara con ella y sin dudarlo, entusiasmado y enamorado, le dije que sí, poniendo más distancia aún entre mi familia y yo. como era de esperar, la inglesa se aburrió de mí al poco de llegar, pero en vez de volver a casa decidí quedarme en la ciudad una temporada que acabó convirtiéndose en años. aprendí el idioma y con el tiempo conseguí un buen puesto de trabajo en una empresa textil internacional y un apartamento pequeño en los suburbios, donde pasaba pocas horas debido al trabajo. mientras tanto mi hermano seguía viviendo con mis padres y haciendo trabajillos de pintor y de fontanería que le permitían comprarse más videojuegos y llevar una vida tranquila, pero enclaustrada. 

fue mi madre quien me llamó para contármelo. era un martes por la noche y cuando vi el número de casa parpadeando en el móvil estuve tentado de no contestar. yo seguía en el trabajo. llevábamos una temporada complicada y estresante y había rumores de que despedirían a la mitad de la plantilla. no contaba con el humor suficiente para hablar con ella ni escuchar sus cansinas quejas sobre cómo mi padre estaba cada día más insoportable, su dolor de espalda y su hartazgo de la vida en general. sin embargo me pudo el remordimiento y me fui hacia la sala del café buscando algo de silencio e intimidad y respondí. 
-hola mamá. ¿cómo estás? 
-hijo mío, ya sabes, como siempre. 
-¿esto significa bien o mal? 
-ay hijo, ¿has hablado con tu hermano? 
inmediatamente supe que había pasado algo. mi madre no dejaba pasar oportunidad para lamentarse y sabía de sobras que mi hermano y yo no teníamos por costumbre hablar a menudo. 
-no mamá, no he hablado con él. ¿está bien? 
-bueno… para esto te llamaba. 
su voz sonaba asustada e intranquila, como quien ha recibido una sorpresa tan inesperada e insólita que todavía no ha tenido tiempo de decidir si es buena o mala. 
-¿qué ha pasado? – pregunté un poco alterado. 
-nos ha dicho que se casa. 
-¿que se casa? ¿mi hermano? esto sí que es un notición. 
-sí… y también que vamos a ser abuelos. no sé. si me lo hubieras dicho tú, pero tu hermano… 
-¿hijos? ¿cuándo? ¿mi hermano? 
-no sé…, no sé nada más – se limitó a decir. 
pocos días después fue él quien me llamó para darme las noticias. fingí no saber nada y le felicité por partida doble. parecía contento y me hizo prometerle que llegaría un día antes de la boda para conocer a su futura esposa, de la que repitió un par de veces que era la mujer de su vida. cuando colgué, revisé el calendario y reparé en que el día de la celebración que acababa de decirme coincidía con un importante viaje de negocios a china, pero estaba claro que ese día no podía fallarle a mi lejano hermano. 

la ceremonia se celebró en la iglesia del pueblo. la novia lucía una panza monumental y caminaba con lentitud y dificultad por el pasillo de la iglesia. el cura le echó un par de miradas reprobables, pero ninguno de los invitados pareció advertirlo y cuando por fin pronunció el esperado “sí, quiero” muchos sacaron sus pañuelos blancos para secarse las lágrimas. entre ellos, mi madre. 
el banquete se hizo en un restaurante al lado de la carretera y lo mejor del menú fueron las croquetas caseras de jamón. los novios pululaban por toda la sala cogidos de la mano, recibiendo las felicitaciones de los que todavía no habían tenido la oportunidad de hacerlo, rellenando las copas medio vacías, regalando puros y sonriendo. cuando por fin él se acercó bromeó sobre mi obsesión por el trabajo y mi soltería, ella le quitó hierro al asunto y afirmó que tarde o temprano yo también acabaría cayendo, como todos, aunque para empezar, dijo acariciando su tripa con cuidado, iba a ser tío. mi hermanó soltó una carcajada y ella le miró con cariño. 
cuando terminó el baile y los invitados comenzaron a marcharse salí al jardín posterior del restaurante. había bebido bastante y sentía la cabeza pesada. me senté en uno de los bancos, enfrente de los columpios donde algunos niños jugaban ajenos a la supervisión de sus padres y se ensuciaban la ropa con la arena del parque. él vino poco después y se sentó a mi lado. tenía la cara enrojecida y la frente sudada. sacó un puro de su bolsillo, lo encendió, abrió la boca y expulsó el humo espeso dibujando aros en el aire. miré su recién estrenada sortija, dorada y brillante, y luego a él. 
-no sabía que fumabas. claro que tampoco sabía que te casabas. o que ibas a tener un hijo. 
-ya ves. la vida es una caja de sorpresas. 
-¿por qué te casas? quiero decir… ¿cuánto tiempo hace que la conoces? 
-qué importa esto. 
-sí que importa. claro que importa. 
-a mí no me importa. 
mi hermano y su maldita terquedad, recordé. 
-no tienes por qué hacerlo, ¿sabes? – en ese momento me di cuenta de que había bebido demasiado y de que también había hablado demasiado. 
-¿qué coño dices? 
-¿estás seguro de que el niño es tuyo? 
-estás borracho, tío. 
-perdona, no quería… 
se levantó negando con su cabeza grande y afeitada y entró de nuevo al comedor. se dirigió hacia donde estaba su esposa, que hablaba con su grupo de amigas animadamente, y le acarició un mechón de pelo rizado que le caía por encima de los hombros desnudos. yo bebí otra copa y puede que un par más y cuando desperté a la mañana siguiente, en mi antigua habitación de casa de mis padres, seguía pensando lo mismo; no tenía por qué haberlo hecho.
 

3 comentarios:

  1. Espero la segunda parte con impaciencia Hília, eres mi ídola jajaja, te lo juro bandida, me vas a matar con tus textos, casi te venero, ya me puedes creer ya, qué yo no regalo mis sentires así como así, venga, no pares, sigue escribiendo, SOL.

    Besos en bandeja "pati", sírvete

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  2. Me encanta, me encanta cómo escribes...

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  3. Estoy en la línea de los comentarios. Y estoy muy interesado en ver qué le pasa al hermano. Al principio sentía que era la biografía de mis primeros años, ese encerrarse en uno mismo... La historia queda suspendida. Espero que tu no te hagas tanto de rogar para continuarla.

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